Se vende pueblo fantasma cerca de Madrid | El Norte de Castilla

2022-05-14 23:11:26 By : Ms. Demi Lin

Casas semiderruidas en Matandrino. / JAVIER VICENTE ARRANZ

A Matandrino se llega desde Prádena andando. O en coche, pero por un camino. Son solo tres kilómetros y el paseo merece la pena, siempre que haga bueno, claro. En Matandrino, un despoblado barrio de Prádena, no hay calles urbanizadas, ni luz, ni agua corriente, y las casas que quedan en pie tienen los muros tronchados y los tejados hundidos. Matandrino es un pueblo fantasma, la sombra de una vida que el éxodo rural apagó en los sesenta, cuando el trasvase del campo a la ciudad, desaforado, dejó numerosos pueblos sumidos en el abandono y la desolación. Y está a la venta.

La situación, no obstante, cambiará en breve. La venta del 75% del despoblado está a punto de cerrarse, si es que no se ha cerrado ya. Matandrino tendrá nuevos vecinos, y la vida, durante décadas apagada, volverá a su calle principal, hoy desierta. El lugar es ideal para desarrollar un proyecto. Tiene la sierra enfrente y está rodeado de praderas verdes. Prádena está al lado y la N-110 también. A Segovia hay 48 kilómetros, y Pedraza, uno de los pueblos más turísticos de Castilla y León, está a diez minutos en coche. «Es un sitio estupendo», dice Roque Benito, dueño de ese 75% de Matandrino que la inmobiliaria Segodomus ha tenido a la venta en varios portales de internet durante los últimos meses. «Ha habido días de entre cincuenta y setenta llamadas de personas interesadas en comprar el pueblo. Numerosos medios de comunicación se han hecho eco de la venta y si antes solo lo sabía gente de Segovia, Madrid y alrededores, ahora nos están llamado personas del extranjero e incluso grupos inversores», señala Jorge Ayuso, asesor de la inmobiliaria.

Roque sabe que la venta va por buen camino y que no tardará mucho en trascender, aunque no puede desvelar el nombre del comprador ni el proyecto que le ha movido a hacerse con este pueblecito que mira a los Montes Carpetanos. La inmobiliaria sí desvela que la mayoría de las personas que han llamado o lo han visitado con ánimo de comprarlo estaban interesadas en desarrollar algún proyecto relacionado con el turismo rural, bien como complejo turístico con casas individuales o como ecoaldea. «Yo tengo allí catorce propiedades, entre casas y parcelas, el 75% del pueblo aproximadamente. Y eso es lo que vendo, unos 3.800 metros cuadrados de los 5.000 que tiene el pueblo. Cuando me hice con ellas, en 2005, algunas formaban parte de una herencia y otras se las compré a particulares. Quise desarrollar un proyecto interesante relacionado con la formación, pero la crisis de 2008 me echó abajo todos los planes. Ahora soy mayor, mis hijas ya no viven en Prádena, y prefiero deshacerme de ello. Eso sí, aquello vale lo que vale. Es un despoblado y no tiene luz ni calles ni agua corriente ni saneamiento», advierte Roque. Los portales inmobiliarios piden un precio redondo, 100.000 euros, «menos dinero de lo que cuestan muchos pisos en Madrid», dicen. Y añaden: «Es una zona perfecta para levantar un complejo de turismo rural».

Matandrino posee, a día de hoy, ocho edificaciones, todas en mal estado. Las huellas de su pasado agrícola y ganadero pueden verse con nitidez. La aldea estuvo habitada hasta el año 1963, cuando la señora Gregoria, la única vecina que quedaba en ella, se mudó a Prádena, aunque regresaba a diario porque allí tenía el ganado que había de cuidar. Lo cuenta Faustino Calderón en su blog 'Los Pueblos Deshabitados', donde recoge el testimonio sentimental de algunos de los últimos moradores de Matandrino. «Mis padres decidieron que era mejor irse a vivir a Prádena. En Matandrino no había luz ni agua, ni infraestructuras de ninguna clase. Desde Prádena podíamos seguir yendo a trabajar al campo», dice Mariano San Juan. «Al año o así de irnos a Madrid, volvimos a ver la casa y era horrible: habían reventado la puerta y saqueado el interior. Se llevaron calderos, trillos, horcas, azadas, artesas, arcas..., todo. ¡Qué disgusto cogió mi madre! Preguntabas a la gente y nadie sabía nada», señala Teresa Bermejo.

Después de décadas de silencio y soledad, un grupo de descendientes de Matandrino y amigos de Prádena decidieron recuperar la tradicional Fiesta de la Cruz de Mayo. «Soy de Prádena, tengo setenta años y recuerdo haber ido mucho a Matandrino, sobre todo cuando se celebraban las fiestas. Hasta que empezó la pandemia, hemos seguido manteniendo encendida la llama del pueblo resucitando la fiesta de la Cruz de Mayo. Levantamos una cruz de piedra y organizamos una pequeña romería desde Prádena. Se hizo varios años y solía ir mucha gente, pero la dichosa pandemia la interrumpió. No faltaba la caldereta de cordero», cuenta Roque Benito.

Situada en un valle, esta aldea llegó a tener nueve viviendas y cuarenta vecinos. Los lugareños vivían de la agricultura (cultivaban el trigo y la cebada, principalmente) y del ganado. Matandrino aparece citada por primera vez en el siglo XV como 'Mata Endrino', en probable referencia a la presencia de endrinos en la zona. Pascual Madoz lo relaciona a mediados del siglo XIX, en su diccionario geográfico, como uno de los barrios que componen Prádena, situado a media legua de su matriz, «en terreno llano y al pie de las sierras Carpetanas, que dividen las dos Castillas». Tenía entonces Matandrino «siete casas de mala construcción y escasas comodidades».

Aunque la venta es una operación privada, el alcalde de Prádena, Diego Ramos, está al tanto. «Ojalá lo vendan y tenga futuro, que hagan algo de provecho. Se trata de un terreno rústico y solo se puede construir donde ya está construido», recuerda el regidor.