Padres - Grupo Milenio

2022-06-19 00:01:49 By : Mr. tony guo

José Luis Martínez S.

Amigos de aquí y allá me dicen que he escrito de mi padre con rudeza innecesaria. Puede ser, pero sólo por exceso de amor. No festejo el Día del Padre, nomás faltaba, pero ahora que lo evoco sé, como lo supe siempre, que él era una fiesta en casa. Un hombre capaz de convertir un momento difícil en una revelación del más allá. Y no hablo del primer tren que trajo a casa, no me refiero al primer balón, la de gajos, ni mucho menos aquel avión colgado del techo; simple y sencillamente mi padre traía con él una celebración interior, una rara vida que todos en casa celebrábamos, empezando por mi madre.

Era un hombre escindido, partido en dos por sus pasiones. Se escondía de la depresión y ponía a la cólera delante de sus debilidades. Qué forma de enfrentarse a la vida a bofetadas inútiles, qué modo de romperse la crisma contra los muros de la frustración.

No bailaba, pero era alegre, fabulaba sin pausa y mentía como un mago, sabía querer y daba a más no poder. Así lo recuerdo ahora que la vida viene por mí para iniciar este loco viaje hacia la vejez.

Durante un tiempo, mi padre tuvo que trabajar como él detestaba hacerlo: una oficina, horario, pendientes que resolver en el día. A las once de la mañana abría una botella y se servía un fogonazo, y a trabajar. Siempre admiré que su amigo el senador priista Pepe Castillo y él discutieran en la cantina sus asuntos. Bebían brandy Don Pedro, imaginen eso. Un día mi padre decidió que el trago no le acomodaba y dejó de beber. Así se las gastaba. A otra cosa. Si digo que el egoísmo era una forma de su generosidad, nadie va a creerme, mejor no lo digo.

Lo visité cada día de su terrible ancianidad, abandonado por mi madre muerta. Cuando hablaba poco, miraba más. Me preguntaba: ¿cómo van tus asuntos? Yo le contaba y él me oía con atención.

Ahora toca preguntarle: ¿cómo van tus asuntos, papá? Me diría, lo juro, que tiene problemas de dinero. Cómo persiguió el dinero a mi padre.

Entonces vuelvo al principio: mi padre era un campanario y, van a perdonar, me quería un chingo.